Te parecías en casi todo a ella y, por eso, me agradabas. Aunque probablemente era al revés, porque a ti te conocía desde antes. Desde el inicio, veías lo mismo que yo y juzgabas la vida igual que yo. Pero eras esencialmente diferente.
Querías ser duro por fuera, cuando en realidad, tenías un corazón de esponja que absorbía todas las cosas. Y no te molestabas en ser recatado o en suavizar tus comentarios porque no deseabas ser amado por las apariencias, sino por tu verdadera naturaleza. Tampoco sentías la necesidad de hablar para sentirte acompañado y valorabas mi presencia más que mis palabras.
Por eso, sentía la necesidad de protegerte, y a ella. Quería estar allí para ambos en todo momento y entenderlos mejor que nadie. Confiaba en ti, y en ella. Creía que me amaban tanto como yo a ambos. Y evitaba detenerte porque esperaba que actuaras por ti mismo. Los conocía a los dos y, por eso, no podía cortarles las alas ni echarlos de mi lado.
Querías ser duro por fuera, cuando en realidad, tenías un corazón de esponja que absorbía todas las cosas. Y no te molestabas en ser recatado o en suavizar tus comentarios porque no deseabas ser amado por las apariencias, sino por tu verdadera naturaleza. Tampoco sentías la necesidad de hablar para sentirte acompañado y valorabas mi presencia más que mis palabras.
Por eso, sentía la necesidad de protegerte, y a ella. Quería estar allí para ambos en todo momento y entenderlos mejor que nadie. Confiaba en ti, y en ella. Creía que me amaban tanto como yo a ambos. Y evitaba detenerte porque esperaba que actuaras por ti mismo. Los conocía a los dos y, por eso, no podía cortarles las alas ni echarlos de mi lado.
Publicar un comentario