Archive for marzo 2012

Casa Parkasia


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Pretérito-Indicativo

La primera vez que noté tu existencia fue en mi cumpleaños número nueve. Mi papá hizo venir a toda la alta sociedad para celebrar el nacimiento de su hijo varón y me hizo llamar “el más hermoso de los Vannané”.

Te vi caminar hacia mí, visiblemente más alto y cinco años mayor, me regalaste una invaluable sonrisa y una caja de regalo con un lazo amarillo. Me pediste abrirla y lo hice: un juego de Casa Parkasia. Sonreíste de nuevo. “Para cuatro personas”, te dije. “Entonces, dos fichas cada uno”, y tu amabilidad me pareció una promesa.

Pero no cumpliste tu palabra, Michel. Bastó un ligero movimiento de la mano de tu padre y acudiste de inmediato a atender a una señorita. Aún así, yo usé ese juego tantas veces que la caja se rompió, le encontré el gusto luego de tantas partidas. Una y otra vez en mi habitación, solo, con un juego que fue diseñado para cuatro personas.

Escape


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Pretérito-Indicativo



Fue casi una respuesta instintiva. Soltó la mano de su padre lentamente y se separó de él. Caminó con pesadez en medio de bosques de piernas y se dejó hechizar por la luz de las ventanas. Comenzó a perseguir las sombras de los niños atrapados en medio del humo, sin poder hallarlos. 

Corrió por calles abarratadas de transeúntes sin dejar de sentirse solo y, en un momento, dejó caer la mascarilla. Sintió la asfixia, el dolor, el espanto. Su mente vivió la desesperación. Todo estaba sucio y podrido, percibía como el ambiente lo estaba contaminando.

Enloqueció y corrió en busca de su padre. Lo miró, frente a un escaparate. Su presencia le transmitió el letargo inicial y caminó hasta llegar a él, tomó su mano. El hombre percibió una calidez tibia y observó los ojos redondos de su hijo, siguió su camino. Entonces, Ismael descubrió que su padre jamás notó la ausencia.

Ciudad podrida


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Copretérito-Indicativo



El ambiente de la ciudad olía a agrio desde hacía mucho tiempo. Toda la vida dentro de los muros de concreto se estaba fermentando con ayuda del humo tóxico y la basura. Ninguna planta podía mantenerse en pie por más de dos días.

Y, en medio de esa podredumbre, Ismael caminaba de la mano de su padre, con una mascarilla de oxígeno sobre la nariz. El resto de los niños jugaban en medio de la neblina eterna y compartían con una alegría propia de otro mundo.

La ciudad se movía por el impulso de las multitudes que olfateaban la basura y la perdición. De vez en cuando, frente a una ventana o en un semáforo, la vida se detenía y el ruido se hacía insoportable. En ese momento, Ismael soltaba la mano de su padre.

Manos sobre la cabeza


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Presente-Indicativo


 

La gente siempre se admira porque tengo los ojos grandes y redondos, papá. Sin importar a cuál lugar del mundo vamos, siempre me ponen la mano sobre la cabeza después de saludar y hacen algún comentario acerca de lo sedoso que está mi cabello. “Como hilos de seda de Inané”, contestas.

La gente siempre se admira porque a pesar de ser tan joven ya puedo diferenciar muchos tipos de algodones, según la región a la cual pertenecen. Cuando hago un comentario que suena como las palabras de un adulto, me ponen la mano en la cabeza y me felicitan. “Es el negocio de la familia”, afirmas.

El tren siempre me produce un vértigo terrible cuando pasa por las ciudades. Por eso es que me gusta hablar contigo, papá, pero tú nunca quieres conversar. “Silencio”, dices siempre y me pones la mano sobre la cabeza para obligarme a dormir.