Archive for 2008

Alicia


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Presente-Indicativo



Una brocha llena de pintura blanca se desliza delicadamente sobre la uña, son tres pasadas para dar el acabado final a un trabajo de varias horas. El bote de cristal aparece sobre la mesa de noche donde una taza de porcelana fina, en compañía de una cuchara, aguarda al encargado de la limpieza para sentir las manos deslizándose sobre su cuerpo, con ayuda de un jabón suave; espera ansiosa que no pase mucho tiempo para su siguiente encuentro y ya imagina ser llenada de nuevo con ese líquido caliente, anhela unos labios tibios más que nada. Pero, el silencio impera. Una mano perfectamente hidratada se extiende contra el fondo de una habitación con pocos muebles y paredes bicolor: morado y amarillo. Hay un ligero soplido con aliento a té recién hecho que le insinúa al esmalte la necesidad de secarse inmediatamente. El aroma del cuarto no deja ninguna duda: adentro permanece una mujer.

La puerta emite un chillido que se extiende por un par de segundos y asoma una mano de infante, un retazo de rostro y la mitad de una boina café recién lavada. Desde su sofá color vino, ella voltea sin asomo de emoción en sus facciones. —Madre, debemos irnos, ya es tarde.

Ella asiente. Se pone de pie y empuja la mesa. Su descuido asesina a la taza buscadora de sueños antes de que vuelva a recibir otro atrevido beso. La besan, la acarician y la aman por su interior, pero luego, la hacen pedazos en el piso de una alfombra cara. La mujer llega a la puerta y toma la perilla con la mano derecha,sin preocuparse por sus acciones, la gira y sale. Un empujón más y el cuarto se convierte de nuevo en un vacío silencio.

(Lo admito, no consideré el diálogo como un párrafo. Y esto es el inicio de una novela que quiero escribir, por eso el estilo es un tanto diferente a lo que he escrito anteriormente)

Tiempo trastocado


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Antepresente-Indicativo



Definitivamente, me he enamorado de ti porque he despertado a tu lado con el sonido de ese necio celular en mis oídos. Te he ordenado apagar el hijo de puta beep de ese aparato y me he tirado de la cama sólo para descubrir ese maldito tiempo trastocado, una hora tarde. Me he tirado de la cama y te he halado hasta la cocina únicamente para escuchar quejas por el frío. Me he alistado en diez minutos y llegado a clase con media hora de retraso.

Definitivamente, has escuchado todos mis berrinches y mis quejas. Has aprendido a entender mis demencias y a memorizarte una por una todas las tramas de mis novelas. Has hallado un mundo desconocido para toda la gente normal y promedio del universo y lo has amado sin condiciones. Has sido arrastrado por amigos y por mi misma a las más insospechadas demencias.

Definitivamente, hemos llegado tarde a casi todos nuestros compromisos. Hemos prometido mil veces cambiar nuestro estilo de vida y tirar por la borda ese maldito tiempo trastocado. Hemos jurado modificar nuestra mala conducta de levantarnos a la una de la tarde, si llegamos a tener hijos. Pero al final, y por eso me he enamorado de ti, nos hemos quedado durmiendo en la casa y hemos faltado a clase una vez más.

Los hubieras


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Antepostpretérito-Subjuntivo



Si te hubiera escuchado aquella vez, quizá hubiera vivido arrullado en tu regazo y hubiera sonreído todos los días de mi vida, como mi madre hubiese querido, si hubiera vivido lo suficiente como para desearlo.

Si no te hubiera traicionado, perdido e insultado, quizá hubiera encontrado la argolla perfecta para tu dedo y el primo Charlie hubiera dicho un brindis largo y gracioso en honor a tu pelo corto y tus pestañas largas.

Hubiera llorado en silencio todas esas traiciones y hubiera mentido acerca de mis engaños, golpes e insultos. Hubiera sido un mediocre padre y un aún peor marido, incapaz de abandonarte por los crímenes en su espalda. Hubiera mirado unos ojos brillantes, como estrellas esperanzadas, en lugar de este triste cadáver, prueba de tu suicidio.

Secreto


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Pretérito-Indicativo

No soportó más, llegó a su límite y experimentó la inherente necesidad de decírselo a alguien. Trató de recurrir a amigos, familiares, su novio, incluso conocidos; sin lograr atreverse. Pensó en mil tonterías, mil historias en su cabeza, pero ni la más oscura demencia opacó esa ansiedad por descubrirse.

Por eso, ese día, caminó por el pasillo con su cuerpo tembloroso. Lo vio. Se sintió enloquecida. Tanto la atormentaron las palabras atravesadas que lo detuvo y le pidió escuchar su secreto. Él asintió.

Soltó la verdad en menos de un minuto, sin tapujos; luego, la adornó con retazos de frases. Él escuchó hasta el final y prometió no revelar el misterio bajo ninguna circunstancia. Le susurró algo al oído. La miró sonreír. El reloj escondió un momento que quizás alcanzó para un silencio, una caricia o un beso. A la semana siguiente, sin embargo, él se encargó de contarle a todos el misterio de lo sucedido ese día en el pasillo.

Destino


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Postpretérito-Indicativo




Ella conocería perfectamente la llegada de ese día. Caminaría tranquilamente por la calle bajo una pertinaz llovizna, típica de la estación, y esa vecina la detendría un momento para pedirle ayuda con unas clases para su hijo menor. Sonreirían juntas al verlo disgustado por la narración de sus travesuras en la escuela y al final se despedirían con un ademán y una sonrisa de rutina.

Ella se encaminaría de prisa a la parada del autobús, justo después de la calle ancha, y en ese preciso momento se escucharía un tráiler, pero sin importarle nada cruzaría y creería firmemente que podría llegar al otro lado a salvo. Sin embargo, el chofer no la vería a causa del parabrisas mojado, aceleraría y se dirigiría hacia su indefenso cuerpo de sangre, huesos y carne, los cuáles se dispondrían a quedar esparcidos por el pavimento. La muchacha se voltearía con horror, colocaría las manos en el rostro y ahogaría el grito de espanto.

Justo en ese momento, ella y el mundo entenderían la verdad sobre su importancia. El furgón se partiría a la mitad frente a los ojos de todos y cada trozo chocaría con las casas de la urbanización vecina. Ella permanecería allí, estática, la vecina acudiría ante el bullicio, la miraría con cara de extrañeza y entonces la muchacha sabría, por fin con toda certeza, que justo ese día, no moriría bajo ninguna circunstancia.

Todos los Diegos son iguales


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Presente-Indicativo



Todos los Diegos son iguales y hablan de literatura, de tiempo o de suicidas en potencia. Los escucho, los percibo y casi nunca hablo porque soy tímida para conocer a la gente, además de que me gusta el silencio que son las voces de las demás personas. Todos los Diegos son iguales y se toman unas copas con los amigos, ríen, juegan, piensan. Se sientan a reflexionar sobre el tiempo, la amistad y la vida de la gente o las cosas. No leen libros, pero saben respirarlos. Todos los Diegos son iguales y escriben y relatan y yo los escucho o los leo con una sonrisa.

Pero no todos los Diegos son como tú y me abrazan en medio del frío, me acompañan a tomar un vaso de refresco en un restaurante desconocido y me dejan un grato recuerdo en la memoria. No todos se enojan conmigo y me hacen escribirle un cursi mail de disculpa porque soy de esa manera y no sé cómo evitarlo. Ninguno vive tan lejos que no pueda nunca saludarlo ni escuchar su pronunciación característica, ninguno es un amigo que discute si mi escrito es un cuento o un ensayo filosófico.

Todos los Diegos son iguales, pero como tú eres mi Diego, te llevo siempre como un llavero pegado en mi memoria.

Cuatro balas para Ludwig


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Presente- Indicativo



Se aleja velozmente de su casa con la mente en blanco y cuatro balas en el revólver. Es mejor no pensar ni en su vida, ni en sus hermanos, ni en su madre, necesita actuar con la cabeza fría y el corazón detenido.

Sólo destellos de recuerdos: corre sin cesar, se aleja de la ciudad, una casa inmensa, letras en el buzón, una verja, un salto enorme, un profundo odio, la ventana cerrada, la alarma, un vidrio roto, varias cortadas en el cuerpo, un disparo, otro para cerciorarse, la esposa, el tercero, la cuenta mental, uno, dos, tres, sólo queda el último. Tratan de atraparlo, los esquiva, lo lastiman, huye, es muy rápido, el muro se cierra, es esbelto, logra pasar por la compuerta antes de que cierre, gritos en los alrededores, vienen siguiéndolo, otro tiro, el último, el rostro moribundo del dueño de la motocicleta, la velocidad imparable, no saber adónde ir, se pierde, ellos también, después de un largo recorrido, se encuentra a salvo. Desciende, se siente satisfecho y sólo espera la hora de llegar a casa.

La mañana


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Infinitivo

Escuchar el despertador, apagarlo. Escucharlo de nuevo, volverlo a apagar. Volverlo a escuchar. Darse cuenta de la media hora de retraso. Arrojarse de la cama, tropezarse, buscar la taza para el cereal, encontrarla sucia, lavarla, servir el cereal, añadir leche, buscar la cuchara, comer en dos minutos.

Meterse a la ducha, tirar la ropa por todos los rincones, abrir la llave, maldecir, encender el agua caliente, maldecir, bajar la temperatura, ducharse. Salir corriendo del baño, buscar la ropa, elegir atuendo al azar, darse cuenta de que no combina. Revisar el reloj, maldecir. Cambiarse. Acordarse de que hay examen, maldecir. Buscar los zapatos, encontrarlos mojados, maldecir. Buscar otros zapatos, calzarse. Tomar el bulto, dos cuadernos y unos lapiceros. Buscar la cartera, maldecir. Revisar la hora, desesperarse. Hallar la cartera. Buscar las llaves, maldecir, desesperarse. Peinarse y cepillarse los dientes los dientes al mismo tiempo. Ver el reloj, maldecir.

Salir de la casa. Revisar el bolso. Darse cuenta de la ausencia del celular. Devolverse. Abrir la casa, entrar con los ojos llenos de ira, agarrar el celular, echarlo en el bolso. Salir de la casa. Correr, tropezar, correr de nuevo. Ver el bus pasar justo al llegar a la parada. Maldecir. Ir a la esquina de los piratas (no Morgan). No encontrar ninguno, maldecir. Halarse el cabello. Recordar el examen. Ver un taxi, pensar en la diferencia de costos. Recordar el examen. Extender el brazo, decir “parada”. Subirse. Colocar el bulto en el regazo. Dar un suspiro. Ver como el carro arranca. Suspirar de nuevo. Tranquilizarse. Sonreír. Revisar la hora, a tiempo. Conversar con el conductor sobre el clima…

El vendedor de sombrillas


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Copretérito-Indicativo



Llovía. El agua mojaba las aceras y todos corrían mientras marcaban sus pasos sobre el agua. Todos huían, todos, menos él. El vendedor de sombrillas siempre estaba allí, de pie, en el borde de la acera. Yo lo observaba por la ventana del autobús y me intrigaban sus pensamientos, repletos del golpeteo constante en el suelo.

Sobre los zapatos del vendedor se resbalaba el tiempo y pringaban las tertulias de quienes pasaban a su lado. Cuando las gotitas copulaban con la tierra, él observaba a los transeúntes pasar y el alma se le regocijaba un poquito, porque era la ocasión perfecta para vender paraguas a todos los descuidados y olvidadizos que caminaban por la callejuela. Había muchas voces siempre y, por eso, su mente se marchitaba con recuerdos ajenos.

El autobús arrancaba y dejaba al vendedor solo, con sus sombrillas. Las ramas del árbol lo arropaban y las nubes prometían más agua: una buena venta para ese día.