Archive for 2013

Conversación nocturna


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Futuro-Indicativo

—Me iré en el siguiente tren y no podrás hacer nada. Me observarás desde la estación y quizá agitarás tu mano levemente para despedirme, pero eso será todo. Ya no soportaré más esta vida de sentimientos a medias y promesas deshechas; nunca más. 

—¿Nos abandonarás así a todos? No seré solo yo, Agua, sino también todos los demás: tus amigos, nuestros vecinos; todos se sentirán deshechos por esto. 

—Vivirán y viviré, lejos de aquí, lejos de ti, sobre todo. ¿Qué harás ahora? ¿Actuarás? Será muy poco y muy tarde, mitad mía, me iré tan lejos como pueda.

Las tres hijas


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Pretérito-Indicativo

Hubo una vez un rey, padre de tres hijas, cada una más hermosa que la otra. De todas las partes del reino llovieron ofrendas y regalos, acompañados de promesas de boda. Todos los príncipes alumbrados por la luz de la luna juraron por su honor contraer matrimonio con alguna de ellas. Entonces, una tarde, el rey miró a sus tres hijas juntas y las descubrió: cada una más hermosa que la otra. Algo se encendió en su cabeza.

El rey forzó a su esposa y esta dio a luz a una cuarta hija. Pero la niña demostró ser una criatura horrible a la vista, al tacto y al oído. El rey se llenó de repudio al verla y se sintió castigado por los dioses, debido a su avaricia. Decidió compensarlos de algún modo.

El rey encendió una hoguera en medio del pueblo. Allí ofreció a sus dos hijas mayores como sacrificio para los dioses y sirvió a la menor como alimento para las cabras de unos granjeros. El rey nombró a su hija, ahora única, Melania, en honor al oscuro destino padecido por sus hermanas.

Florero roto


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Copretérito-Indicativo

Había una vez un florero que tenía un hueco. Y había una vez un hombre que quería tener flores vivas en ese florero. El florero estaba contento de tener hermosas flores para mostrarle al mundo. Y el hombre estaba contento de mostrar al mundo esas flores hermosas.

Pero el florero tenía un hueco, un hueco pequeño, aunque un hueco al final. Lentamente y gota a gota el agua se derramaba por ese hueco. El hombre no se daba cuenta y sus flores se iban secando y marchitando por falta de agua. Él corría y rellenaba de nuevo el florero, pero el agua volvía a escaparse, las flores se secaban, el mundo se convertía en caos. Ni el florero ni el hombre podían hacer nada para salvar su hermosa creación. El florero lloraba al saberse roto, incapaz de conservar la vida, y se llenaba de agua salada hasta asesinar a las flores.

Había una vez un florero que tenía un hueco. Y había una vez un hombre que quería mantener flores vivas en ese florero. El hombre pensaba qué podía hacer y al final lograba resolverlo todo con una respuesta simple: botaba el florero roto y se compraba un florero nuevo, sin huecos.

El muchacho de trigo


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Futuro-Indicativo



Algún día ya no me esperarás y yo notaré la ausencia de tu espera. Entonces, tomarás todo el amor de tu memoria, lo vertirás en un molde y lo convertirás en una escultura de recuerdos aglomerados, sin presencia. Idolatrarás al monstruo sin alma por una última noche. Llorarás por última vez mi nombre y mi existencia, beberás el ácido de la partida y asesinarás la presencia del nosotros por siempre.

Yo sentiré la ausencia de esa espera eterna y, por fin, ya no tendré un lugar al cual regresar. Entonces, quemaré en una hoguera de fuego azul el nombre de nuestros hijos, los planos de nuestra casa y las promesas infructuosas. Lloraré por última vez tu nombre y tu existencia, beberé el ácido de la huída y asesinaré la presencia del nosotros por siempre.

Vivirás y viviré; hundidos en el fracaso y en la derrota, con las manos llenas de quemaduras azules. Buscaremos el amor con el cuerpo lleno de cicatrices y quizá, solo quizá, lo encontraremos. Pero siempre llevarás, invisible en tu dedo, un anillo de cristal miel, caído de mi ojo; y yo siempre llevaré, enredado en mi pelo, un lazo amarillo, fabricado de espiga de trigo.