Archive for octubre 2008

Cuatro balas para Ludwig


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Presente- Indicativo



Se aleja velozmente de su casa con la mente en blanco y cuatro balas en el revólver. Es mejor no pensar ni en su vida, ni en sus hermanos, ni en su madre, necesita actuar con la cabeza fría y el corazón detenido.

Sólo destellos de recuerdos: corre sin cesar, se aleja de la ciudad, una casa inmensa, letras en el buzón, una verja, un salto enorme, un profundo odio, la ventana cerrada, la alarma, un vidrio roto, varias cortadas en el cuerpo, un disparo, otro para cerciorarse, la esposa, el tercero, la cuenta mental, uno, dos, tres, sólo queda el último. Tratan de atraparlo, los esquiva, lo lastiman, huye, es muy rápido, el muro se cierra, es esbelto, logra pasar por la compuerta antes de que cierre, gritos en los alrededores, vienen siguiéndolo, otro tiro, el último, el rostro moribundo del dueño de la motocicleta, la velocidad imparable, no saber adónde ir, se pierde, ellos también, después de un largo recorrido, se encuentra a salvo. Desciende, se siente satisfecho y sólo espera la hora de llegar a casa.

La mañana


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Infinitivo

Escuchar el despertador, apagarlo. Escucharlo de nuevo, volverlo a apagar. Volverlo a escuchar. Darse cuenta de la media hora de retraso. Arrojarse de la cama, tropezarse, buscar la taza para el cereal, encontrarla sucia, lavarla, servir el cereal, añadir leche, buscar la cuchara, comer en dos minutos.

Meterse a la ducha, tirar la ropa por todos los rincones, abrir la llave, maldecir, encender el agua caliente, maldecir, bajar la temperatura, ducharse. Salir corriendo del baño, buscar la ropa, elegir atuendo al azar, darse cuenta de que no combina. Revisar el reloj, maldecir. Cambiarse. Acordarse de que hay examen, maldecir. Buscar los zapatos, encontrarlos mojados, maldecir. Buscar otros zapatos, calzarse. Tomar el bulto, dos cuadernos y unos lapiceros. Buscar la cartera, maldecir. Revisar la hora, desesperarse. Hallar la cartera. Buscar las llaves, maldecir, desesperarse. Peinarse y cepillarse los dientes los dientes al mismo tiempo. Ver el reloj, maldecir.

Salir de la casa. Revisar el bolso. Darse cuenta de la ausencia del celular. Devolverse. Abrir la casa, entrar con los ojos llenos de ira, agarrar el celular, echarlo en el bolso. Salir de la casa. Correr, tropezar, correr de nuevo. Ver el bus pasar justo al llegar a la parada. Maldecir. Ir a la esquina de los piratas (no Morgan). No encontrar ninguno, maldecir. Halarse el cabello. Recordar el examen. Ver un taxi, pensar en la diferencia de costos. Recordar el examen. Extender el brazo, decir “parada”. Subirse. Colocar el bulto en el regazo. Dar un suspiro. Ver como el carro arranca. Suspirar de nuevo. Tranquilizarse. Sonreír. Revisar la hora, a tiempo. Conversar con el conductor sobre el clima…

El vendedor de sombrillas


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Copretérito-Indicativo



Llovía. El agua mojaba las aceras y todos corrían mientras marcaban sus pasos sobre el agua. Todos huían, todos, menos él. El vendedor de sombrillas siempre estaba allí, de pie, en el borde de la acera. Yo lo observaba por la ventana del autobús y me intrigaban sus pensamientos, repletos del golpeteo constante en el suelo.

Sobre los zapatos del vendedor se resbalaba el tiempo y pringaban las tertulias de quienes pasaban a su lado. Cuando las gotitas copulaban con la tierra, él observaba a los transeúntes pasar y el alma se le regocijaba un poquito, porque era la ocasión perfecta para vender paraguas a todos los descuidados y olvidadizos que caminaban por la callejuela. Había muchas voces siempre y, por eso, su mente se marchitaba con recuerdos ajenos.

El autobús arrancaba y dejaba al vendedor solo, con sus sombrillas. Las ramas del árbol lo arropaban y las nubes prometían más agua: una buena venta para ese día.