Archive for abril 2011

El baño de sangre


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Presente-indicativo


Es una cosa sabida en todo el mundo que los exorcistas no le temen a la sangre. Están acostumbrados a ver su propia carne expuesta y herida cuando se entrenan para combatir toda clase de fantasmas. Y antes de ser enviados a combate ven pasar innumerables cuerpos frente a sus ojos, para insensibilizarlos.

Es una cosa sabida en todo el mundo que a veces los fantasmas poseen a las personas. Y a veces, el único remedio para sacar al fantasma es hacer explotar el cuerpo del huésped. Y cuando el cuerpo del huésped explota, los pedazos de piel y de sangre suelen saltar en todas direcciones. El mayor problema de esto es no perder de vista al espectro en cuestión, en medio de tanto rojo.

Es una cosa sabida en todo el mundo que los exorcistas tienen la piel y el cabello hermosos y brillantes. Y eso es porque no existe un mejor tratamiento de belleza que recibir semanalmente un baño de sangre. Eso es algo que todo el mundo lo sabe.

Salida nocturna


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Copretérito-Indicativo


Rebeca se preparaba en la habitación con su traje cuidadosamente hilvanado y él la esperaba en el piso inferior mientras revisaba la correspondencia enviada por la Casa Madre. Ella recordaba despedirse adecuadamente de sus familiares y cumplir con el código de salida establecido, Ralph sellaba las cartas con su propia sangre, porque la sangre de uno era la sangre de todos, al fin y al cabo.

Una vez afuera, cazaban, en silencio. Se volvían unos con las sombras en medio de la noche y confundían su aroma con la esencia de menta de los arbustos cercanos. Buscaban una presa y la atacaban, juntos. Se sentían tan fuertes como los discípulos del Primer Maestro, ese día memorable. Encerraban con un conjuro a cualquier tipo de espectro y lo devolvían al lado de la vida, para obedecer el contrato.

También de vez en cuando, conversaban. Principalmente porque Ralph no callaba nunca y siempre sonreía amablemente sin importar lo que ocurría alrededor. Decía que aquello era como una cita, aunque un tanto más sangrienta y reía también, siempre reía. Rebeca olvidaba, como siempre, y actuaba como una fría muñeca de trapo cuando él ofrecía la mano para volver juntos a casa.

El primo Ralph


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Postpretérito-Indicativo


Desde el primer momento, no le gustaría su presencia en absoluto. Su forma de hablar y de comportarse, el enorme parecido con su padre, solo la obligarían a tenerle aún más recelo e ira. Le parecería un huésped entrometido en los asuntos de la familia y por eso, huiría de su compañía y de sus amables conversaciones, evitaría quedarse a solas más de lo necesario.

En contra de su voluntad, lo aceptaría como su tutor y pasaría de estar bajo el control absoluto de sus padres al de él. Guardaría silencio ante las bromas de los otros, quienes la declararían más libre que nunca. “Como una pareja de enamorados” dirían para hacerla sonrojarse, pero no sabrían que el rojo de su cara estaría más relacionado con la ira que con la vergüenza.

A pesar de esto, bajaría la cabeza y escucharía las instrucciones. Accedería a esperarlo a la salida del colegio para irse con él en el carro y recibir sus tutorías en el ámbito de los conjuros de exorcistas. Realizaría con él sus labores de patrullaje nocturno y mezclarían sus ingredientes para ejecutar ataduras a fantasmas. Lo aceptaría como el primo segundo de su madre y el suyo propio, como alguien cinco años mayor y con derecho a ordenarle, como un exorcista de su familia y, aún más importante, como una persona recomendada por la Oradora del Maestro.

El primer cambio inesperado


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Pretérito-indicativo

Con la entrada de Oralia al entrenamiento de exorcista, la dinámica de la casa se modificó un poco. Más tareas del hogar fueron asignadas a Rebeca y sus padres se vieron más atareados con el transporte de la menor a la casa principal y las múltiples reuniones. Aún así, todo esto encajó perfectamente en el margen de lo planeado.

Pronto, los padres fueron requeridos en ceremonias nocturnas con su hija y Rebeca comenzó a salir sola de noche para capturar espíritus. Además, se le asignó la labor de supervisar a su hermana en el aprendizaje de conjuros, con el fin de ponerla al corriente con los demás aprendices. Rebeca abandonó las sábanas de la cama unos cuántos días, pero aún así, siguió dentro de su rol establecido.

Las noticias del agotamiento de la familia llegaron a la Oradora del Maestro con la misma rapidez que el invitado llegó a la puerta de la casa. Rebeca abrió la puerta a un muchacho con sonrisa imborrable que le extendió una carta sellada con sangre de comadreja. Fue un cambio rápido e inesperado, pero, esa misma noche, el invitado dejó de ser un invitado y se convirtió en un miembro de la familia.

Los hombres de la familia Esteban


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Futuro-indicativo


Los diferenciarás de ellas porque ninguno tendrá el símbolo de enredadera tatuado en la espalda. Serán visiblemente más altos, 12 centímetros exactamente. No observarás el esmalte púrpura en sus dedos, sino que estarán marcados con un profundo negro. De frente, verás los mechones de 22 centímetros exactos, pero por la espalda, descubrirás el cabello recortado en los varones y así, incluso en la distancia, podrás identificarlos.

Su traje seguirá el mismo diseño que el de ellas y estará bordado con los mismos hilos, por lo que desprenderá el mismo aroma. No podrás diferenciar el género por el olfato, pero bastará rozar la silueta para descubrirlo y poder realizar tu ataque.

Más allá de esto, será imposible diferenciarlos. Hombre y mujer será la mayor separación que podrás realizar. En la oscuridad de la noche, todos te parecerán una y otra vez la misma persona, sus movimientos y técnicas ayudarán a completar el espejismo. Por eso, no podrás enemistarte con un individuo y siempre deberás cobrar tu venganza en la familia entera.

La enredadera


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Futuro-subjuntivo


—Mejor que sea un privilegio, ¿no? Algo reservado sólo para las mujeres que tengan 12 años y su entrenamiento completo como exorcistas.

—Cierto… probablemente sea mejor así. Pero al menos, con un poco de esfuerzo y ruegos, quizá seas tú, Rebeca, quien tatúe la enredadera en mi espalda, espina por espina. Quizá seas tú misma quien me acerque más a mi sueño de seguir tus pasos.

—Ojalá se cumpla ese deseo, Oralia, cuando el momento llegue.

La primera clase


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Postpretérito-Indicativo


Pum, pum, pum, pum, pum, pum, su corazón palpitaría con tal fuerza que perdería el equilibrio en el camino hacia el altar de la escultura de bronce. La fuerza de las piernas la abandonaría en el preciso momento de la entrada de su abuela. Su espíritu se alejaría del cuerpo durante la recitación del juramento del círculo. Pero, en medio de la neblina, vería una figura amable y sonriente envuelta en un manto púrpura desilusionado y él le le extendería la mano.


Pum. Pum. Pum. Su corazón mantendría el ritmo usual aunque los corredores del colegio se verían completamente nuevos. Su confianza no la abandonaría por utilizar una lengua completamente diferente a la suya. Su espíritu se alegraría al ver su presencia desvanecerse entre cientos de estudiantes. Y, en medio de aquellos gritos y conversaciones, vería el esmalte de sus uñas y aceleraría un poco la respiración para mencionar ese nombre.

Sonreiría por dentro al verla llegar a casa, pero la trataría con la fría sabiduría habitual. “Según su promesa, estaría siempre con nosotros, aún después de su muerte”, repetiría las palabras escuchadas por su madre hacía ya tres años y terminaría de anudarle el cabello en una cola de caballo.