Archive for 2009

Bernabé o La mariposa invertida


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Antepretérito-indicativo



Lo había amado como a un padre, desde el encuentro en esa prisión; lo había querido desesperadamente después de encontrárselo de frente y sentir en su rostro aquel bofetón. Y había combatido contra sus propios fantasmas, escondidos en la figura del rey, aunque ni en ese momento ni nunca había deseado su perdición. Había luchado por matarlo y él le había extendido la mano, lo había incluso acuchillado y el rey lo había educado con un retazo de corazón.

Y ahora, Bernabé, un hombre con sus propios sueños y aspiraciones, se había presentado a la lucha con el recuerdo del rey a su lado. Eran nuevos días y la lluvia había preparado el campo de batalla para recibir a ese enemigo capaz de amenazar el mundo construido por ambos. Una adolescencia de admiración, obediencia y ciego afecto había danzado con la sangre y la mirada decidida. Bernabé había luchado con entrega, había dado todo y había perdido.

En medio del combate, justo antes de perseguir la estela de la muerte, había visto la mano del rey a punto de abofetearlo, su voz había aseverado, con la autoridad propia de ese frío carácter, la necesidad de detener tanto talento desperdiciado. Y ese mismo día, con certeza, había sido su hijo más que nunca, cuando, aún con una derrota encima, había regresado a casa y abandonado para siempre cualquier indicio de batalla en su vida.

(La mariposa invertida= Sakasama no Chou. No supe que significaba la canción hasta después de hacer el post. Es un asunto más de ritmo que de letra para mí)

Naoki


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Presente-indicativo



Al ritmo de una inolvidable balada, Naoki danza, su mano toma la del rey y para siempre su corazón le pertenece sólo a él. Lo ve como un dios capaz de llenar su corazón de emociones y de repente vive un sueño blanco, un sueño inalcanzable hasta para su imaginación. Ella mira sus labios y ama todas las palabras que salen de su boca, nadie puede arrebatarle el mundo en ese momento, el pulso de él le pertenece por siempre.

Sus manos llenas de sangre, su cabello negro ondea en el viento. El rostro como el estigma de alguien que decide vivir para matar. Por la felicidad del rey elimina a cualquiera y pelea con una fuerza incomprensible por poseer la inalcanzable sonrisa de ese hombre, esa sonrisa que nadie logra descrifrar. Ella vuelve a perder su alma en el vacío de la demencia y, en ese recuerdo constante, él la toma de la mano y la regresa a la vida. Sella el dolor y el misterio, esconde la fuerza de las tinieblas. Le muestra la piedad y la verdad de un hogar con puertas abiertas, le regala el calor de un cuerpo y el derecho a una vida. Le brinda un lugar al cual regresar, una esperanza y una familia. No le pide nada a cambio, pero ella decide combatir por él.

Para ella, el baile es eterno, el rey, en el aire, la acerca un poco más a él. La hace llorar de agradecimiento y la lleva en un paraje de nubes blancas y añejas. “Naoki, este es tu cielo” y ella con una sonrisa estrella su cuerpo en las rocas del risco del cual la acaba de arrojar el último de sus enemigos.


(Por fin reaparecí, no he estado de vaga, es que he estado planificando muchos escritos y por eso no le he puesto al blog. Encima regreso con algo que dudo que todos entiendan, pero bueno, es en lo que he estado trabajando últimamente y quiero dedicarle un poco de tiempo. Así que es casi seguro que aparezca de nuevo por aquí)

Alicia e Isabel


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Imperativo



Imagina la espera de Isabel desde sus 16 años, junto a su actual indiferencia por las palabras de Alicia o su presencia dentro de la habitación. Imagina la esperanza de un tímido sí y un mundo diferente. Imagina la película pornográfica favorita de Isabel proyectada en el televisor del cuarto y el cómodo sofá color vino con una mancha de refresco. Imagina la conversación perfecta, capaz de sembrar esa duda en un corazón aparentemente cerrado.

Imagina a Alicia frente al ventanal de dos metros de alto, con dos puertas ahora cerradas, repletas de cristales impecables. Imagina las cortinas color verde musgo claro entrecerradas, y las siluetas dibujadas por el pequeño destello de luz. Imagina la cama, perfectamente tendida, con sábanas del mismo tono de las cortinas y dos almohadas mullidas por un artificio fantasmal. Imagina la mano de Alicia colocada con la palma sobre el marco de la ventana y el dedo pulgar en el borde de la viga de madera blanca. Imagina sus labios ligeramente abiertos y sus ojos deslumbrados por el paisaje de unos suburbios llenos de niños. Imagina un atardecer de tonos naranjas en un día perfectamente despejado y las nubes como velos del sol o de una exótica bailarina. Imagina la calidez y la calma de esa mezcla de tonos anaranjados y sepias dentro del cuarto, antes de presenciar la muerte de un sol capaz de renacer cada día. Imagina un ligero gemido desde el sofá frente al televisor y la búsqueda de un papel olvidado, lo más pronto posible. Imagina un momento perfecto y un día imborrable. Imagina las palabras de Alicia: “Quizá, y sólo quizá…”

Imagina el grito de Keiko, los ruidos de pasos sobre la madera del pasillo y la interrupción más terrible para la vida de Isabel.