Rebeca Esteban


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Antepretérito-Indicativo



Había nacido como la décimo cuarta nieta de la Oradora del Maestro, un 34 Dol Inodil Une. Y desde su llegada, había inundado la habitación con un llanto débil y tranquilo, agradable como canto de pajarillo. Había pasado todas y cada una de las pruebas de apariencia, el tono de piel, perfecto; el cabello, excelente en su forma, contextura y brillo; forma y color de los ojos, idénticos al margen establecido y ni una sola mancha en todo el cuerpo. Un ejemplar excelente, sin duda.

Había demostrado, desde el inicio, una actitud perfecta. Fuerza, destreza, agilidad, lógica, tacto, imitación de sombras, memoria para los conjuros, disciplina, belleza, semejanza física, obediencia; no habían encontrado ni un solo defecto en ella. “Nueve años desperciados”, había dicho la abuela al pensar en los años perdidos de entrenamiento. Y ella misma le había tatuado una a una todas las espinas de la enredadera de la espalda, sin escuchar ni un solo gemido de dolor o queja.

Había actuado siempre según lo previsto. Con dedicación y entrega había ejecutado todas y cada una de las tareas, sin dejar salir nunca una sola petición o queja. Todos los secretos de la familia, los había escuchado y guardado sin dar opinión alguna ni juzgar. Y por eso, había llegado a ser la más amada, la nieta favorita. Había sido declarada una joya encontrada cada diez generaciones.