Círculo


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Pretérito-Indicativo

Y entonces, el Primer Maestro dibujó un círculo perfecto en el suelo y nos pidió a cada uno colocarnos en la línea. Lo hicimos así, tal y como ordenó, porque confiamos en él nuestras almas desde el momento en que lo vimos. Nos miró y nos pidió, una vez más, cumplir nuestro destino como exorcistas. Contestamos afirmativamente al unísono, en un ritmo perfecto y él sonrió. Y sólo por esa sonrisa, no temimos.

Entonces, el Primer Maestro se inclinó hasta colocar los dos pulgares en el piso y derramó su sangre sobre la línea para teñir todo el círculo de rojo. Nos quedamos sordos de repente y apenas pudimos ver cómo sus labios se movieron para recitar un juramento prohibido. Nos recorrió un escalofrío lleno de tormentos y temimos alejarnos del maestro o alguna vez tracionarlo. Pero pronto, ese temor se transformó en felicidad por poder estar a su lado. Quisimos ser igual a él y prometimos nunca abandonarlo.

Entonces, quedamos todos sellados bajo la misma promesa y la fuerza de uno se convirtió en la de todos. A partir de ese momento, jamás nos separamos los unos de los otros. Incluso en la distancia, nuestra fuerza fue idéntica y una sola; nuestros hijos, sobrinos, nietos, todos quedaron atados a un porvenir gemelo. Por eso, cuando el Primer Maestro falleció, decidimos vernos todos iguales y ser uno mismo a los ojos de los fantasmas y espectros del mundo. Nos apropiamos de su nombre y vivimos conforme a sus enseñanzas.

(Aquí comienza una nueva historia en el blog. A partir de este momento, todas las entradas estarán relacionadas de algún modo, hasta nuevo aviso.)