Castigo


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Copretérito-Indicativo



Dolía, cada latigazo en la espalda quemaba la piel con más intensidad. Latigazo sobre latigazo y latigazo nuevamente. Y luego, sal sobre las heridas. En medio de la noche, sus gritos no cesaban, quería ser libre para aplicar la poción roja, ansiaba salvar al Señor Dueño de esas tierras. Su voz imploraba y se consumía, por el látigo.

Juraba, cada una de sus palabras eran para jurar proteger al pueblo amado, a su gente. Pero su gente lo acusaba y le arrancaba la piel del cuerpo con una navaja, para masticarla ante sus ojos. Ese anciano, lo recordaba, porque siempre le pedía un plazo más para pagar la tarifa; la mujer que insistía en tomar más dosis de las necesarias; la muchacha cuyo padre la golpeaba todas las tardes; los niños que ahora armaban las teas, años atrás lloraban en sus brazos. ¿Lo odiaban? ¿De verdad lo odiaban?

Ardía, la hoguera a la cual estaba destinado ardía como su deseo de cobrar venganza en el Señor Chamán. Y los soldados desviaban el humo para que no fuera a asfixiarse antes de ser carbonizado por completo. Y algunos clamaban por torturas mayores antes de la muerte. Y su voz ya se extinguía entre los gritos y el crujir de la tablas.