La partida


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Copretérito-indicativo



Cuando yo era niña, mi papá se esforzaba por enseñarme a jugar al ajedrez. Yo lo intentaba pero dos segundos después ya estaba cometiendo errores tontos y jamás lograba ganarle a nadie, por más que me esforzaba.

Por eso, ese día en el parque, yo miraba a los dos combatientes sin entender mucho de sus estrategias o sus tácticas. Lo que sí entendía, sin duda, era ese hermoso ritmo de piezas cambiando de sitio, en una sincronía perfecta. Lo que sí entendía era el brillo de dos almas perfectamente acompasadas.

De un lado y de otro, los colores se iban fundiendo y las piezas desaparecían. Como un baile monocromático las piezas se encontraban y se aglomeraban alrededor de un único objetivo. Había belleza y soledad en eso, había una historia amalgamada por fuego y viento.