Copretérito-Indicativo
Ella estaba sentada en una banca de madera y se veía como cualquier miserable persona del mundo en ese día de calor húmedo. Eso hasta el momento en que se encontraban sus miradas, porque a partir de ese instante ya sabías que su alma estaba inundada de mentiras que se le escapaban de los ojos y se le derramaban por el escote de la blusa. Pero, aún así, vos no podías evitar pensar que era increíblemente hermosa, este día y todos los días del mundo.
Ella se rascaba la cortada del brazo varias veces para que la notaras y vos no necesitabas preguntar qué diablos pasaba porque era la misma cortada que soñabas con hacerte en medio de la cara, todos los martes del mes, pero igual preguntabas porque, en cierto modo, te gustaba oir la estupidez de su mentira y también te gustaba ver su rostro iracundo ante una falta de honestidad que se disimulaba entre la importancia y la ignorancia total hacia las cosas del universo.
Ella hablaba de cualquier tontería insignificante con tal de desviar el tema, pero vos casi no escuchabas lo que estaba diciendo para poder estar decodificando toda la sarta de mentiras extrañas escapadas de sus labios rosa pálido. En el fondo, no te gustaba el suave tono de su boca y preferías la sangre que se le derramaba por el brazo. A veces te preguntabas si de verdad era tan difícil tener un alma tan increíblemente bella y fragmentada, un alma tan bella que se cubría de rojo para no ser vista, como un fantasma atrapado en un maldito autoretrato.
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