Archive for febrero 2011

Manual del exorcista


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Futuro-Indicativo


De día, pertenecerá a las multitudes. Realizará acciones comunes y cotidianas relativas al bienestar de su comunidad, sin interactuar lo suficiente como para forjar vínculos cercanos con los seres naturales. El recuerdo de sus acciones se desvanecerá con las existencias de otros muchos insignificantes. No habrá espacio para él en los libros de historia o en las grandes leyendas.

De noche, pertenecerá a la justicia de la vida. Dedicará todo su tiempo disponible a localizar y capturar los seres sobrenaturales. Cualquiera en contra de las leyes de la vida será su enemigo y tendrá como deber desaparecerlo de este mundo aún a costa de su propia existencia. Podrá cobrar un monto justo por su trabajo, sin embargo, jamás podrá omitir su labor por cuestiones de dinero. Su honor y gloria estarán marcados en la memoria de otros exorcistas y, por este fin, deberá apegarse siempre a la reglas de su familia.

Sin importar la época ni el lugar, el exorcista vivirá como una sombra. Su fuerza dependerá del estilo de captura aprendido y sus propias habilidades. Su longevidad dependerá de su suerte y de los aliados en su camino. Su honor dependerá de su apego a las normas y de su entereza como ser no natural. Su gloria estará atada a todas sus acciones, a su piedad y dureza en la lucha. Pero lo más importante de todo, el exorcista jamás temerá morir y dar cierre al contrato establecido con la vida.

Esos ojos


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Antepretérito-Indicativo


Y en medio de los gritos de la gente, esos ojos, rasgados, brillantes, llenos de luz. Esos ojos hermosos que siempre había amado con desesperación. Los ojos heredados durante generaciones por las mujeres de su familia, con un destello rojizo que los hombres adinerados de otras regiones habían comparado con la lava de un volcán.

Los hermosos ojos de su hermana, que había soñado para su hija. Sí, una hija suave y amable como el rocío de las hojas en las madrugadas, una hija atenta encargada de traer agua fresca del pozo y de cultivar flores alrededor de la casa. Cuántas veces había deseado morir en su cama tomado de la mano de su hija, y había imaginado el resplandor de esos ojos dulces y enternecedores. Y sólo así había alcanzado la verdadera paz.

Esos ojos, brillantes y hermosos, mortales. Los ojos de su hermana que había soñado para su hija. Esos ojos que lo habían traicionado y se habían inundado de odio como los de todos los otros. No había explicación para un sufrimiento tan grande, no había suficientes motivos para el ardor en la piel y las llamas. No había siquiera fuerza para dejar caer esa última lágrima sobre el futuro derramado.

Castigo


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Copretérito-Indicativo



Dolía, cada latigazo en la espalda quemaba la piel con más intensidad. Latigazo sobre latigazo y latigazo nuevamente. Y luego, sal sobre las heridas. En medio de la noche, sus gritos no cesaban, quería ser libre para aplicar la poción roja, ansiaba salvar al Señor Dueño de esas tierras. Su voz imploraba y se consumía, por el látigo.

Juraba, cada una de sus palabras eran para jurar proteger al pueblo amado, a su gente. Pero su gente lo acusaba y le arrancaba la piel del cuerpo con una navaja, para masticarla ante sus ojos. Ese anciano, lo recordaba, porque siempre le pedía un plazo más para pagar la tarifa; la mujer que insistía en tomar más dosis de las necesarias; la muchacha cuyo padre la golpeaba todas las tardes; los niños que ahora armaban las teas, años atrás lloraban en sus brazos. ¿Lo odiaban? ¿De verdad lo odiaban?

Ardía, la hoguera a la cual estaba destinado ardía como su deseo de cobrar venganza en el Señor Chamán. Y los soldados desviaban el humo para que no fuera a asfixiarse antes de ser carbonizado por completo. Y algunos clamaban por torturas mayores antes de la muerte. Y su voz ya se extinguía entre los gritos y el crujir de la tablas.

Esteban


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Imperativo

No seas nada, ni seas nadie. Camina, respira y muévete igual que los otros. Jamás pises el exterior de la casa de noche sin utilizar el traje ceremonial hilado a mano por tu madre. Recorta esas uñas tres milímetros por encima de tu dedo, pinta dos capas de esmalte negro azabache y una línea de cuatro milímetros de grueso, color púrpura desilusionado, en la parte superior.

Córtate ya ese cabello. Deja dos mechones al frente de 22 centímetros y mide con cuidado todas las otras hebras para lograr 52 centímetros exactos de largo. Jamás salgas de la casa sin ese cabello atado en una cola de caballo perfecta, con los mechones por fuera. Jamás dejes la casa sin avisar a tres parientes acerca de tu destino y hora de regreso.

Maquilla ese rostro y esfuma cualquier espectro de juventud o vejez oculta. Ponte los tacones y mide exactamente 164 centímetros de estatura. Colócate en línea al lado de tus hermanas, tías y primas. Observa la estatua de bronce, modelo de tu perfeccción futura y piensa en cómo asemejarte más a ella. Desaparece en esta multitud de personas idénticas, olvida tu nombre, imita el modelo establecido. Jura luchar y comportarte a la altura de tu apellido. Camina, habla y actúa como un miembro de la familia Esteban.

La esencia de menta


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Postpretérito-Indicativo


Ilesh descendería de la casa de Rati con un frasco rojo en la mano y la esperanza de salvar por fin al Señor Dueño de esas tierras. Y sentiría el aliento de la noche en su cara, pestilente a arbustos de menta desatados en el horror de la oscuridad. Allá, a lo lejos, vería fuegos gigantes en su búsqueda y se daría prisa para llegar a su lado.

Ilesh amaría el fuego, esa noche. Correría a los guardias del castillo para informarles de su éxito en conseguir la medicina salvadora. Dejaría escapar una sonrisa entregada a su deber como sucesor del chamán y compartiría su promesa eterna de proteger al Señor, a sus hijos y a todas las generaciones . Honraría su juramento de primar la vida sobre la muerte y de entregarse a rescatar a otros, a costa de cualquier sufrimiento.

Ilesh sería apresado por traidor, esa noche. Como el encargado de preparar las pociones, sería acusado de envenenar al Señor Dueño de esas tierrras, en conspiración con su maestro. Mientras tanto, su maestro, el Señor Chamán, huiría a kilómetros envuelto en la esencia de menta y de riquezas manchadas mientras el pequeño aprendiz de rostro esperanzado sería sentenciado en el castillo, sin derecho a decir una sola palabra.

Escena de una noche


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Copretérito-Indicativo

El asesinato no era por amor, ni por amistad, ni por rencores viejos. El asesinato era por el temor de que ella algún día pudiera salvar a otros a quienes él había abandonado. Rápido, despiadado y silencioso. Y el Señor Chamán lo sabía, por eso cargaba un manto viejo para no manchar su ropa de sangre y huía a máxima velocidad en medio de la montaña, como un traidor.

La despedida no era de amor, ni de amistad, ni de promesas de recuerdos eternos. La despedida era una pregunta indispensable para salvar la vida del Señor Dueño de toda esa tierra. Fría, dura y práctica. Y Rati lo sabía, por eso señalaba con desesperación el cajón oculto en el suelo e intentaba articular la palabra rojo con todas sus fuerzas, antes de perder para siempre el control sobre el aire expirado por su cuerpo.

El adiós no era de amor, ni de amistad, ni de recuerdos intoxicados por el aroma a sangre. El adiós era por la prisa de salvar a otro con el fin de salvar a muchos. Rápido, agitado y confuso. E Ilesh lo sabía, por eso buscaba en el cajón aquella medicina roja capaz de salvar al Señor Dueño de toda esa tierra y evitaba llorar ante un fin tan noble y entregado a causas mayores.

Círculo


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Pretérito-Indicativo

Y entonces, el Primer Maestro dibujó un círculo perfecto en el suelo y nos pidió a cada uno colocarnos en la línea. Lo hicimos así, tal y como ordenó, porque confiamos en él nuestras almas desde el momento en que lo vimos. Nos miró y nos pidió, una vez más, cumplir nuestro destino como exorcistas. Contestamos afirmativamente al unísono, en un ritmo perfecto y él sonrió. Y sólo por esa sonrisa, no temimos.

Entonces, el Primer Maestro se inclinó hasta colocar los dos pulgares en el piso y derramó su sangre sobre la línea para teñir todo el círculo de rojo. Nos quedamos sordos de repente y apenas pudimos ver cómo sus labios se movieron para recitar un juramento prohibido. Nos recorrió un escalofrío lleno de tormentos y temimos alejarnos del maestro o alguna vez tracionarlo. Pero pronto, ese temor se transformó en felicidad por poder estar a su lado. Quisimos ser igual a él y prometimos nunca abandonarlo.

Entonces, quedamos todos sellados bajo la misma promesa y la fuerza de uno se convirtió en la de todos. A partir de ese momento, jamás nos separamos los unos de los otros. Incluso en la distancia, nuestra fuerza fue idéntica y una sola; nuestros hijos, sobrinos, nietos, todos quedaron atados a un porvenir gemelo. Por eso, cuando el Primer Maestro falleció, decidimos vernos todos iguales y ser uno mismo a los ojos de los fantasmas y espectros del mundo. Nos apropiamos de su nombre y vivimos conforme a sus enseñanzas.

(Aquí comienza una nueva historia en el blog. A partir de este momento, todas las entradas estarán relacionadas de algún modo, hasta nuevo aviso.)